
En este artículo desarrollaré las bases para la comprensión de que la Economía de Mercado tiene al Dios Mercado y que este ha engendrado a la Tecnología. Históricamente, en occidente, como reacción a las religiones dominantes conservadoras y opresoras han surgido herejías y ateísmo. Expresiones que intentan escapar de la dominación y de los sacrificios que ofrecen a sus dioses esas religiones inamovibles, centralistas y fundamentalistas. ¿Por qué decimos sacrificios a sus Dioses?, porque no hace falta matar en un ritual para quitar la vida por un Dios, sino que uno se refiere a todas las muertes que genera un sistema, un modelo fundamentalista por irresponsabilidad y obsecuencia, guerra, marginación, pobreza, etc.
“…nuestro sistema económico actual debe ser considerado corno una religión porque desempeña una función religiosa. Más que una ciencia, la economía es la teología de esa religión y, su Dios, el Mercado, es un círculo vicioso de producción y consumo siempre crecientes que pretende ofrecer una salvación secular.”
David R. Loy, Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Bunkyo University, Japón.
Lo que estoy escribiendo intenta que otros estén atentos y/o puedan comenzar su propio proceso tal que les permita evaluar como posible otra realidad. Esto que quiere decir, quizás al comienzo de la lectura de este artículo el lector, puede pensar qué se trata de un manifiesto contra del progreso tecnológico o de la actividad comercial. Pero ello no es así. Se intenta hacer una acción acorde a lo que se necesita para llevar el curso por medio de la transformación a una sociedad más justa y sobre todo responsable.
El mercado ha establecido sus propios mitos y dogmas. Estos mantienen y justifican un accionar irresponsable de la humanidad.
¿Cuáles son los mitos?
El individualismo personal deviene en un bien comunitario
Antes del capitalismo el hombre no tenía como meta el cuidado de su economía, sino más bien de su prestigio y lugar en la sociedad. Las actividades comerciales solo tenían como función garantizar una vida social determinada. En vez en el sistema capitalista las relaciones estuvieron gobernadas por los intereses comerciales y por debajo: los sociales o comunitarios.
Veamos un par de citas:
«Separar el trabajo de otras actividades vitales para someterlo a las leyes del mercado significó aniquilar todas las formas orgánicas de existencia y remplazarlas por un tipo de organización diferente, atomista e individualista», Karl Polanyi.
“Para que las fuerzas del mercado interactuaran libre y productivamente, el mundo natural tuvo que convertirse en la mercancía tierra, la vida tuvo que convertirse en la mercancía trabajo y el patrimonio en la mercancía capital.”
“El patrimonio social, la herencia acumulada amorosa y laboriosamente a fin de preservarla para los descendientes, se objetivó en capital fungible, algo que también podía ser comprado y vendido, una fuente de ingreso no ganado para unos pocos afortunados y una fuente de deudas aplastantes para los demás.” David R. Loy,
Así también además de lo mencionado en estas citas, los emprendedores intentan salvaguardar los intereses y futuro propio o de sus familias. Basado en las inseguridades y ansiedades generadas por el mercado. Generando todo lo expuesto a la acumulación de capital, en una forma casi milagrosa rompiendo con las estructuras sociales. Así generó el colapso de los campesinos con el consiguiente desalojo de sus tierras por parte de este sistema de mercado.
No se produce distribución equitativa alguna, menos aún según necesidad para el consiguiente bienestar comunitario.
El merito propio
Los seres humanos tenemos historia. Por cuestiones del desarrollo de esta misma historia, tanto sea la de los pueblos como las de las personas las condiciones en el transcurso de la misma no son iguales. Desde las proteínas que influyen en el desarrollo del ser humano y/o grupos sociales o etnias, como la educación, y los bienes adquiridos por acumulación por parte de los círculos de intereses en común o familiares. Es una forma de vida, con un espíritu que no pone límite a las acciones de acumulación y exclusividad. Genera inequidades no solo por la acumulación en si misma sino también por la concentración de poder que conlleva a poseer mayores posibilidades. Hablamos de una espiritualidad donde el que más tiene es más venerado. Aunque, esto no implica que estas personas no vivan en una vida llena de ansiedad por su continua insatisfacción propia de seguir cumpliendo con la demanda de un progresar sin límites.
Los que son exitosos están en la cumbre, donde supuestamente: Dios es un ser que se encuentra en las alturas que bendice a estas personas. Entonces con este pensamiento de éxito y merito se sienten cerca de dios y por ende por encima de los demás. Sin cuestionarse que es: en un mundo de justicia, estar cerca de Dios.
Diría Norman Brown y comentaría David R. Loy:
«ya no damos nuestro excedente a Dios; el proceso de producir un excedente cada vez mayor es nuestro Dios» [Brown 1961, 261]. En contraste con el tiempo cíclico de las sociedades premodernas, y sus rituales estacionales de expiación, nuestro tiempo económico es lineal y dirigido hacia el futuro, y persigue una reconciliación que ya no puede alcanzar porque ha desaparecido como motivación consciente. Sin embargo, aún funciona como motivación inconsciente, puesto que seguimos persiguiendo un fin que se aleja continuamente. Nuestra reacción colectiva se convierte entonces en la necesidad del crecimiento: el deseo siempre insatisfecho de un ‘nivel de vida’ siempre mayor (porque una vez nos definimos como consumidores nunca tendremos demasiado) y el evangelio de la expansión económica permanente (porque las corporaciones y el PIB nunca serán suficientemente grandes)».
En esta realidad planteada cuando un tecnócrata o un empresario utiliza sus ambiciones egoístas para llevar adelante sus proyectos comerciales logrando su éxito, es la “mano invisible” del mercado la que supuestamente convierte este egoísmo en un bien común. Por este motivo toda limitación a esta libertad irresponsable de crear negocios y nuevas tecnologías de producción y servicios se rechaza.
Lo producido y obtenido por los ricos y grupos de interés asociados, que aumenta su zona de confort, se afirma estará a disposición y para beneficio de toda la humanidad, aunque esta no tenga posibilidades a acceder a ello. En muchos casos se diseñan y producen sistemas y productos de baja calidad para su uso masivo. Las personas de bajo nivel adquisitivo y social, en la escala impuesta por dicho modelo, anhelan ser y poseer como los más beneficiados. Fuera de su necesidad real. Lo importante es poseer, estar incluido en una tecnología, más allá de toda prioridad; produciendo esto una mayor concentración del capital y recursos. Se convierte en un escalonamiento productivo donde los escalones superiores a los que finalmente se desean acceder obviamente están controlados por unos pocos.
La ambición por las ganancias y por el consumo, considerados como algo natural, no solo generan alteraciones en el medio ambiente, sino también una mala distribución equitativa, y por ende una fuerte desilusión de no poder aspirar a la felicidad por estos mismos medios. Invade un mayor deseo, convirtiéndose en una adoración al Dios que sostiene dicho sistema. Muy lejano de todo Dios de justicia y equidad que pueda llevarnos hacia la proximidad de un nuevo mundo. Sin embargo, desde la crítica y la acción transformadora podemos seguir pensando y actuando porque OTRO MUNDO ES POSIBLE.
El dogma de que el mercado se regula por la oferta y la demanda
Es muy sencillo cuestionar lo falaz de esta afirmación con solo preguntarse: ¿Y el accionar de las corporaciones?
“En 1960, los países del Norte eran casi veinte veces más ricos que los países del Sur. En 1990 -después de ingentes cantidades de ayuda, comercio, préstamos y esfuerzos de industrialización- los países del Norte eran cincuenta veces más ricos. El ingreso del 20 por ciento más rico de la población mundial es casi 150 veces mayor que el del 20 por ciento más pobre, y la brecha sigue creciendo [Korten 1995, 107-108]. De acuerdo con el Informe del Desarrollo, 1996 de las Naciones Unidas, los 358 multimillonarios que existen en el mundo poseen una riqueza mayor que el ingreso anual de un grupo de países en los que habita el 45 por ciento de la población mundial. Corno resultado, 250 mil niños mueren de desnutrición o de infecciones cada semana, mientras que varios cientos de millones más sobreviven en un limbo de hambre y enfermedad … ¿Por qué aceptamos esta injusticia? ¿Qué racionalización nos permite dormir tranquilamente en las noches?” del capítulo: “La Economía como Teología”, del libro: “La religión del mercado”.
Todos estos mitos, se mantienen por medio de un fundamentalismo religioso, donde las justificaciones se basan en la disociación del hombre entre lo social y lo económico. Se sostiene en una espiritualidad del tipo “corset”, considerándose “estas verdades mitológicas y dogmáticas” la única y valida espiritualidad y donde los críticos son considerados “ateos”. Es decir que unos “son o pueden ser” y otros “no son”, son excluidos. El mercado se mueve en un orden establecido y genera por otro lado irresponsabilidad social y deshumanización. No podemos citar casos más cercanos y de actualidad como algunos liderés del neoliberalismo como ser Donald Trump y Jair Messias Bolsonaro.
Sin ir más lejos este imperio de la economía y su consumo ofrecen “la paz del mercado”: con ella no hacen necesariamente falta ejércitos para colonizar aunque cuando se rompen los dogmas se despliega la ocupación armada. De esta manera se hace más eficiente el colonialismo, la explotación y desde el punto de vista fundamentalista religioso los que tienen salvación son los elegidos por este sistema.
La ideología de que el mercado se autoregula con la oferta y la demanda, y el mantenimiento de dicha creencia pese a las experiencias vividas, es claramente una creencia religiosa. Convirtiéndose, al mercado, en un Dios independiente. Hoy día la gente vive de la misma manera que en la antigüedad y sus dioses, sin espacio a la crítica.
Las ofrendas a las empresas
Cuando los agentes de bolsa y los bancos tienen problemas financieros, los estados muchas veces donan dinero a estas entidades privadas para rescatarlas. Convirtiéndose, como dijera el profesor, David bromwitch, en un artículo: “Nuestro dios que falla”, es una creencia religiosa. Si el libre mercado ha fallado tantas veces porque continuar sosteniendo las situaciones, volviendo al mercado algo trascendente. Esta trascendencia, que aunque no trata por ejemplo de vencer a la muerte, es una tal que no sensibiliza a lo que sucede aquí, ahora y sus consecuencias. Aunque ya hablando de tecnología las corrientes transhumanistas tienen como ideología la superación de esta como si todo fuera infinito y la historia se cerrara en unas pocas personas elegidas.
El patronazgo del mercado
Quizás deberíamos ver primero que es el patronazgo. El patronazgo era el modelo que mantenía al imperio romano, ya que este no se sostenía compacto gracias a la economía sino gracias a este sistema. Se basaba en una estructura donde los grupos de personas, los clientes, definían todos los aspectos de vida y sobre todo los comerciales y laborales, con un patrono. A su vez, este patrono, formaba una estructura de clientes que dependían de otro patrono. El mercado forma burbujas, por decirlo de alguna manera, de grupos de intereses económicos comunes, o mejor dicho de interés lucrativo. Ejerciéndose un patronazgo, que obviamente tiene patronos.
¿Quién es el Señor tecnología?
Como se puede observar fácilmente en la vida, la tecnología trabaja en función de la necesidad del mercado. Lo que es más notable en los últimos tiempos como este va ingresando hasta en los aspectos más ínfimos o personales de del ser humano. En un momento fue la automatización industrial, las comunicaciones internacionales en especial las de negocios que facilitaron la transacción de excedentes, y podríamos decir en estos tiempos: las costumbres e intermediación de la tecnología para la acción del hombre en el mundo real. La tendencia actual es de generar soluciones a los problemas producidos en el medio ambiente, la mayoría de las veces pensando en sustituir las soluciones propias de la naturaleza por artificiales. Esto último suplanta la gratuidad de la madre tierra, por soluciones artificiales que poseen un dueño, un productor o prestador de servicio a quienes se podría decir se le ofrendan recursos económicos. Siendo esta la práctica de una teología de la prosperidad. Se impone como interface entre el hombre y sus deseos un dispositivo, el celular, y sus servicios asociados.
Las instituciones tecnológicas o con recursos creen que al abordar las cuestiones sociales, en general, los receptores de la asistencia se ven beneficiados por recibir lo que a estos los pueda hacer parecidos a sus benefactores. Los cuales se consideran, más cerca de Dios, bendecidos. Por consiguiente al ser levantados los asistidos para cumplir las expectativas de semejanza de sus bienhechores y compartir los logros de estos replican el mismo sistema imperante. Quien no lo desee o lo subvierte, queda excluido.
La evolución tecnológica y de mercado no genera mayor libertad, sino que la coarta, al permitir exclusivamente aquellas acciones que limitan tener una idea que descontrole las premisas comerciales o de diseño.
“La fase decisiva del desarrollo del capitalismo de mercado ocurrió durante la revolución industrial de finales del siglo XVIII, cuando la nueva tecnología produjo un mejoramiento sin precedentes en los instrumentos de producción. Esto llevó a la ‘liberación’ de una masa crítica de tierra, trabajo y capital, que la mayoría de las personas experimentó como una catástrofe sin precedentes porque destruyó los vínculos de la comunidad; una catástrofe que hoy se repite en buena parte del mundo en desarrollo». David R. Loy,
Es interesante como los luditas (recomiendo leer las notas relacionadas al respecto) veían al nuevo sistema de automatización a imponerse como: “El Señor Vapor”. Es decir el gobierno que aunque no sea de un hombre, sino de una ideología y sistema, encumbra a algunos exclusivos oprimiendo a los campesinos y trabajadores.
¿Cuál es la faceta final para convertir este Dios Mercado y el Señor Tecnología en Dioses creadores de vida?
El advenimiento de la robótica androide, su lobby comercial y ideológico claramente se ponen en el lugar de un dios dador de vida al crear robots humanoides. Más aun, cuando muchos en forma fundamentalista se atreven a plantear que los robots humanoides con inteligencia artificial serán una evolución del humano.
Tawney en 1926 diría: “El capital había dejado de ser el siervo y se había convertido en el amo. Asumiendo una independencia y una vitalidad separadas, reclamó para sí la atribución de un socio mayoritario a imponer la organización económica compatible con sus propias conveniencias».
Esto mismo, podemos expandirlo a la tecnología utilizada en forma no socialmente responsable, los dueños y fabricantes de los androides someterán y marginarán a aquellos que el Dios de la tecnología margine sistemáticamente. Un sacrificio en nombre de un Dios con bienaventurados y adeptos. Todo bajo la prédica publicitaria conservadora y fundamentalista que controlará las mentes de la humanidad para evitar rebelión de los justos(*).
*Denomimo «justos» a aquellos que luchan en lo social. político y humanista en la transformación de un mundo más equitativo.
Fuentes:
«LA RELIGIÓN DEL MERCADO» de David R. Loy Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Bunkyo University, Chigasaki 253, Japón.
«Religion and the Rise of Capitalism» by R.H. Tawney
«LA RELIGIÓN DEL MERCADO» de Joerg Rieger
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