Raíz de todos los males

Dinero Dios Mercado

La Biblia dice que el amor al dinero es «raíz de todos los males» (1a. Tim. 6: 10), y este versículo se ha utilizado —escandalosamente—, para sostener y perpetuar —aunque también para justificar— sistemas de opresión, de subordinación, de coloniaje, de imperialismo, de sometimiento económico, de países, de grupos racializados, de mujeres o de sectores vulnerables de la sociedad. “No te preocupes por tu pobreza”, es el subtexto que intenta imponerse, en un descarado mensaje al servicio de los más poderosos. “No busques tener más dinero”, es decir, no busques terminar con las condiciones de opresión que hacen que estés sometido/a económica y socialmente. ¡No lo hagas!, porque eso es “amor al dinero” … Y ¡Ojo! Podés deslizarte a las “cavernas del infierno” …

Si sos pobre, muy pobre, indigente, hambriento, despojado y desnudo: ¡alegrate! Sos bienaventurado… y esa es otra manipulación escandalosa de otro bello pasaje, el de las «Makarios» (Mt. 5: 3-12 y paralelos) que prometen liberación de las condiciones adversas, no felicidad a través de ellas.

Pues bien, cada día estoy más convencida, conforme al espíritu general del NT, incluso de los mensajes de los profetas del AT, que ese «amor al dinero» que la epístola señala como raíz de todos los males, no es el deseo de tenerlo del que no lo tiene suficiente para vivir con dignidad y, por qué no, con holgura, con placeres y gustos, necesarios para esa «vida buena» de la que habla Adorno (y muchos teólogos, claro, pongamos por caso Ignacio Ellacuría).

Ese «amor al dinero» raíz de todos los males es —anticipándose muchos siglos al desparpajo actual de los millonarios y milmillonarios que manejan el mundo—, ese capitalismo inhumano y voraz que se lo está comiendo todo, sin miramientos, en el altar de la riqueza.

Ese «amor» es irónicamente llamado «amor»: porque apenas es ambición, lujuria, egoísmo.

Hoy, cuando es público y notorio que existen superestructuras corporativas de poder económico que están por encima de las naciones, por encima de los sistemas de justicia de las naciones, y por encima de los payasos que sirven a esos intereses en los puestos de poder, la frase «el amor al dinero es raíz de todos los males» cobra otra dimensión, una dimensión de lo que es la anti-justicia social.

Que el capitalismo es un sistema que difícilmente pueda ser reemplazado por otro muy diferente, ya lo sabemos. Que el capitalismo tal cual existe en la actualidad es un monstruo grande y pisa fuerte, también. Que el capitalismo se está devorando a sí mismo, en su afán de lucro y su ambición de posesión, es otra verdad de la que ya muchos se han ocupado. Quien tiene el dinero —el gran dinero, no el dinero para vivir bien— tiene el poder: esa es la superestructura injusta sobre la que hay que poner el ojo. Las industrias tecnológicas y del conocimiento hoy están invirtiendo extravagantes sumas de dinero en esas áreas: evidentemente, son las que dominarán el futuro y ya dominan el presente. ¿Quiénes gobiernan realmente los países? ¿Cuáles son las verdaderas fronteras de la patria? ¿Quién imparte justicia? ¿Cómo la imparte? ¿Es el pueblo soberano? Sigamos la ruta del dinero fuerte, y tendremos algunas pistas. Y sí: Dios atiende en Silicon Valley.

Quizás al leer estas líneas pienses que estoy incurriendo en un flagrante anacronismo al mencionar para hoy una frase de hace miles de años. Tal vez. Sin embargo, soy de las que cree que hay una sabiduría ancestral en la literatura sagrada de los pueblos… Y esta admonición milenaria nos confronta no solo a los dueños de hoy, los Musk, Zuckerberg, Yiming, Jobs y otros como ellos, sino también a esa nueva filosofía, la del “altruismo eficaz” cuyo lema es “ganar para dar”, “ganar a lo grande para dar a lo grande”. En principio, no parece haber nada de malo en ello: si ganás más, podrás dar más… Sin embargo, en el fondo, es la vieja teoría neoliberal del derrame que nunca se da en la práctica, porque: raíz de todos los males es el amor al dinero, en el primer mundo y en el tercer mundo, en el siglo I y en el XXI.

Que estos grandes empresarios de la tecnología mundial serán los nuevos mesías que salvarán el futuro de los pueblos es un espejismo: uno más de tantos otros del coloniaje imperial de estos tiempos, que solo invierte para sostener la dependencia de los países periféricos.

No. Argentina no sacará mucho de esas supuestas inversiones: se quedará sin trabajo y sin recursos naturales. Porque los benefactores generalmente son pobres, son los que están dispuestos a partir en dos el propio mendrugo. Los ricos piensan en ser más ricos. Y nada más.

Las micropolíticas, como las de aquel que compartía los únicos cinco panes y dos peces que tenía para dar de comer a la multitud, puede que sigan siendo el camino. Pero también, la praxis ética: elegir bien a qué mesa sentarse y con qué prójimos, por quiénes hay que detenerse en el camino, a quiénes defender, con quiénes compartir la comensalidad, a qué convocatorias responder y, claro, a quién festejaremos y por quiénes votaremos.

Acerca de Eliana Valzura 6 Artículos
Lic. en Letras (UBA), Lic. en Filosofía (UNTREF), Mg. Teología (FIET/SATS). Editora y correctora literaria Directora de Ediciones Diapasón Docente y escritora.

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