Arte & Tapa con Gabo – Silencio para escuchar y voz para decir

Hace un par de noches hui un poco del trabajo: dejé mi pincel -Una forma de decir, ya que es un lápiz electrónico- y, junto con la gente que amo, tomé destino hacia un lugar aislado lleno de pozos de aguas termales, hijos todos de un volcán. Entrar al agua fue, valga el lugar común, una vuelta a la matriz, fue sentir el abrazo de un vientre, fue la seguridad, el dejarse ir, fue olvidar. Cuando huyo así -y procuro que sea mucho- busco siempre algo que sea difícil de encontrar en el medio de la polución sensorial que es la ciudad, esta vez: Silencio.

Y escuchar.

La inmensidad de la oscuridad y yo ahí, existiendo al mismo tiempo en el centro y al borde del universo, que se extendía sobre nuestras cabezas girando en espiral, revolucionándolo todo. Yo era la mota de arena en la playa infinita. Silencio, para poder escuchar mejor. Huir y Oír.

Oír y huir. Y como huir es también volver, volví. Al sonido de la música en el reproductor, a la silla con su chirrido inconfundible, a la computadora. También volví a otro tipo de sonido, menos musical pero más poderoso, a ese sonido que escuché en el silencio, ese que subyace bajo el murmullo de los motores en los carros de las calles: voces invisibles que venden un caramelo o manos que venden una historia escrita en un cartón. Vivimos en un mundo que habla, que grita todo el tiempo, un mundo tejido entre redes de comunicación, influencers, profesores virtuales, chats y conferencias online; es el planeta de la tecnología en perpetuo crecimiento, donde el poder de pocos convive con el hambre de muchos.

Entonces, ¿silencio o sonido?

Yo, al igual que muchos de los que leen este artículo, estoy sentado sobre la delgada frontera que separa la contemplación de la acción, pensando ¿qué puedo hacer? ¿qué puede hacer una mota de polvo en el universo para ayudar a cerrar la brecha de desigualdad que rompe la tesitura de una convivencia más justa? Si nuestras acciones están limitadas por la costumbre casi paradigmática de formar parte en una maquinaria de producción, si vivimos en un mundo que habla todo el tiempo pero que calla cuando debe gritar, si los gritos de quienes tienen menos o nada están mimetizados con el diario vivir ¿cuál debería ser la posición de un dibujante, -mecánico, empresario, director de orquesta, lector de revistas de contenido social- que pretende un cambio de fondo en una sociedad que está construida sobre las formas? Pues: hacer algo. Alargar la mano con una moneda no es más que una solución temporal para paliar el síntoma de una enfermedad que es atemporal; pero alzar una voz de protesta -lo que en los setentas se hacía con una guitarra, hoy se hace con un twitter, una fanpage o un Instagram- en una sociedad que responde a los medios sociales electrónicos más que a sus necesidades sociales reales es, hoy, un acto de terrorismo sin víctimas mortales.

Los comunicadores, los ilustradores, somos voz pública a través de imagen y palabra, y siendo que imagen y palabra son los dos significantes predominantes en la formación de cualquier idea, es nuestro deber, así como educamos nuestra mano, educar nuestra crítica y pensar en nuestro trabajo como lo que es, un arma de difusión de tendencias. En las aguas termales había una suerte de igualdad casi cómica-cósmica que me llevó a pensar que el dibujo como arma crítica es una de las evoluciones de mi trabajo qué más amo. Los cuerpos metidos en bañadores diminutos se veían convertidos en una idea: las etiquetas no se ven a través del vapor, no hay doctores, ni abogados, ni dibujantes o actores, solo cuerpos buscando sanar. Hui buscando silencio, y regresé con algo igual de valioso: perspectiva.

Y aunque entiendo que no existe solución que parta de un solo frente -todos luchamos desde una trinchera diferente que nos iguala con otra que comparte nuestra diferencia, eso es igualdad, hoy- me siento en la silla a intentar conciliar la contemplación y la acción mediante el humor y la palabra, intentando darle forma a una voz de protesta.

Silencio para escuchar y voz para decir.

Acerca de JUAN GABRIEL CHANCAY BERMELLO 1 Articles
Ilustrador y diseñador gráfico. Escritor de corazón. Miembro activo de la red de ilustradores Ecuador. Magister en estudios del arte por la UCE. Diseñador multidisciplinario y profesor por la PUCE - Medalla al mérito cultural -Ministerio de cultura Ecuador-

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