Pasada la comida, nos quedamos de sobremesa tomando unos mates. Entre anécdotas y ocurrencias, se cuela un veneno pendiente y… ¡Zas! Se arma el revuelo. Algunos nos conocemos más, otros no tanto. Cada uno tiene una cara y una voz y, también, ojos y oídos. Se arman algunos bandos. Se acuerda y se desacuerda. Alguno amaga a irse, pero se le ofrece un mate y alguno le dice “No seas pavote, quedate.”. Total, la mayoría sabemos como escalar el asunto, pero ¿Qué ganaríamos de eso?
Obvio no siempre es así. Hay diferencias irreconciliables y planteos no negociables. Pero la carne y el hueso anclan los abstractos en un contexto que genera empatía.
La velada se termina. Cada uno se despide con el cariño que corresponda a cada cual y se emprende el viaje por separado.
Arriba del bondi, Saco el celular. “Volviendo…” . “Dale, te espero.”. Algún sticker simpático. Internet acortando las distancias.
A chusmear las redes mientras dura el viaje, entonces. Entre los memes de turno y las acotadas ocurrencias de mis contactos, no tardan en aparecer. Algún tildecito azul. Tal vez un link con un titular mal redactado, pero bien pensado. Un hashtag del horror.
Y… uno es humano. Entro como un campeón y la temperatura empieza a subir. Ya leí algo que no me gustó. Se responde con un comentario sarcástico. ¿Cuánto tiempo para la primera puteada?. “No seas pavote, quedate.”. Pero esta es otra sobremesa. Acá no hay caras ni voces. Hay avatares de paja y máximas baiteras. Una escéptica y efectiva estrategia desarrollada por un algoritmo que sólo ve datos. La lógica binaria e impersonal. Vos contra el mundo. Acá sos tu mejor versión. Tu peor versión. Acá sólo queda el sobreestímulo ganchero de una bronca en blanco y negro, condimentada con alguna publicidad a medida.
“No seas pavote, quedate.”… “Quedate.”
Guardo el celular. Veo al mundo real por la ventana. Es la que viene. ¡Casi me paso!. Toco el timbre y me bajo.
Son tres cuadras a casa, donde me espera alguien, con voz y cara.
Miro el celu otra vez, y agradezco que el mundo no sea binario… todavía.
La obra de tapa
Buenas. Mi nombre es Federico Avila Corsini. Soy un artista de cómics e ilustración. Nacido en Moreno, GBA, Argentina, allá por abril de 1986.
La obra, y el texto que la acompañan, nacieron de la inquietud de ver algunas características que se están imponiendo en el discurso público. Reconociendo las redes como herramientas muy útiles, con ventajas evidentes, me parece también importante encontrar el espacio para criticar su uso como plataforma para el debate e intercambio de ideas. Al menos en el formato que tienden a estandarizar. Que termina por amplificar voces que, desde mi perspectiva, son dañinas para la constitución de una sociedad más plural y humana.
Por eso decidí utilizar una técnica mixta en la pieza, con el dibujo y entintado en papel y el color y texturizado en digital.
Muchisimas gracias por el espacio.
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