Esta nota se la dedico a Eduardo, amigo de la Familia de la Calle.
Quien a los pocos días de hacer esta nota falleció debido a un ACV y otras complicaciones. Un amigo muy querido.
Por allá en los 90’s, aparecían los robots cortadores de césped. Era muy difícil venderlos porque eran bastante caros y existían unos pocos productores. Un cliente en esa época se construyó, con sus propias manos, un robot-aspiradora. Se trataba más de un reto personal que el deseo de desarrollar un producto.
Todos los que vivíamos en los países centrales de las necesidades y las dependencias, creíamos que estos mecanismos no iban a llegar a nuestras regiones. Se veía como un artículo exclusivo y de lujo. Pasada esa década, y ante una gran crisis económica en Argentina, me fui a vivir a las sierras de la provincia de Córdoba. En dicha zona, mi primo subsistía económicamente cortando el césped y lavando autos ha pedido. Un pequeño microemprendimiento que requería solo de algunas pequeñas máquinas, utensilios y su trabajo personal. Ante la crisis y la actividad de él fui, consciente de lo desastroso que sería si una moda y un aumento en la producción y reducción de precios implantara las cortadoras de césped automáticas en la región. Obviamente, no era el momento para que sucediera.
La utopía dualista que considera que las máquinas trabajarán por nosotros, combinada con la ideología de mercado, obliga a establecer una realidad donde el trabajo manual se lo considera impuro, de poco valor y sustituible. Este resultado viene dado por no tener acceso a una solución que contemple las relaciones físico-laborales de manera empática. La empatía, que puede llevar a la amistad y a la relación humana amorosa en su sentido amplio, se vuelve peligrosa ante la posibilidad de cualquier conflicto. Cómo vimos en mi mismo caso personal, al tener una relación con el problema planteado, a través de las necesidades de mi familiar, la consciencia fue obligada a generar un pensamiento crítico social al respecto. Dicho pensamiento, por ser crítico, asecha nuestra comodidad. Para quienes no estén dispuestos a ser transformados y transformar, y por tal motivo, transitar una situación de cambio y compromiso ético, tratarán de encontrar alguna frase comercial o pensamiento instaurado por el marketing para no cuestionarse.
Toda relación de contratación de un servicio personalizado, navega la etapa del contacto, el diálogo, que algunas veces se abre a una empatía que puede agudizar los posibles conflictos. Siendo estos, parte de la vida humana. La mercadotecnia y los intereses comerciales de las empresas de automoción, han plantado los siguientes dogmas: “los robots no se embarazan, los robots pueden trabajar todos los días con la misma eficiencia, no necesitan de vacaciones, ni de indemnización, no hacen reclamos”. Vamos a repetir lo que comento en más de un artículo: “el grupo de intereses en común asociado con los empresarios inversores y su comunidad amplia desde las cámaras de comercio hasta la de adeptos crean y mantienen estas idealizaciones fundamentalistas que justifican entrelazando determinadas falacias por encima de la vida y el bienestar humano”. Como aquel lema “nuestros intereses y mis deseos valen más que una vida humana”. El progreso tomado desde un concepto que se justifica silenciosamente con el darwinismo social en nombre de una supuesta evolución, cubre como una campana de silencio la conciencia colectiva.
Aprovecharé a hacerle una entrevista a Edu, un amigo de La Familia de la Calle, a ver que nos cuenta sobre su experiencia como emprendedor cortador de césped. Para ello le hice la siguiente entrevista:
Pregunta: En la época en que trabajabas cortando pasto por tu cuenta ¿Cómo iniciaste con este servicio? ¿Tuviste que comprar herramientas y máquinas? ¿Pudiste ahorrar para comprarlas?
Respuesta: Saqué un crédito con mi documento en una casa local de créditos personales.
Pregunta: Antes, ¿De qué vivías?, ¿podías pagar un alquiler, alimentos y vestimenta antes de trabajar por tu cuenta como cortador de césped?
Respuesta: Antes de comprar las herramientas vivía en la calle y no tuve nada. Tampoco vivía como una persona. No podía darme los gustos. Pude tener trabajo gracias a la gente que me abrió las puertas de sus casas.
Pregunta: ¿El trabajar cortando el césped te permitió al menos en ese tiempo subsistir?, ¿Qué hubieses hecho en ese momento si no tenías esa oportunidad?
Respuesta: En ese momento que me saque la máquina, estaba tirando un carro y juntaba cosas de la calle para venderlas en un depósito. No podía pagar un alquiler. Al comprar las herramientas pude darme, de a poco, algo de gusto.
Pregunta: Si vivieras en una zona de quintas o rural, y trabajaras del cortado de pasto a demanda, ¿Qué pensás que pasaría si tus clientes compran para su uso, un robot cortador de césped?
Respuesta: No podría seguir… O tendría que ver… si el dueño… tiene otro trabajo… porque… sino no podría seguir… o le ayudó a su máquina…
Creo que la entrevista habla por sí misma. Este tipo de trabajos y servicios son un eslabón para poder dar un paso a tener una vida, con algún toque de decoro. Lo que queda claro en la última pregunta es, cómo la persona no encuentra otra opción, habiendo sido esta la única posibilidad en su momento. Solo piensa en poder encontrar un posible trabajo, retirando los elementos que pudieran molestar a la máquina, o en algún tipo de mantenimiento básico cada tanto, como puede ser cambiar las cuchillas de corte del robot.
Queridos lectores muchas veces hemos analizado las consecuencias de la automación y las personas que necesitan de los trabajos automatizados. Como ya venimos concluyendo en varios artículos se tiende a pensar que la persona tendrá otras posibilidades como, por ejemplo, la fantasiosa respuesta de que se “necesitará gente para armar robots”, en una progresión de sustitución del trabajo que tiende al reemplazo de este, bajo la ideología de eficientizar las ganancias considerando la mano de obra o servicios un costo. Este pensamiento no parte de la vida en sociedad, sana y justa. Les recomiendo leer otros artículos de la revista sobre este tema.
Sobre estos robots.
Según los fabricantes, estos robots funcionan en cualquier condición climatológica y son totalmente autónomos. Se ofrecen para cortar superficies de césped desde los cientos a miles de metros cuadrados. Hay modelos con cuchillas muy delicadas que prometen cortar todo tipo de césped sin arrancarlo. Para el funcionamiento adecuado, el jardín deberá estar limpio de piedras y ramas.
Como todo robot móvil profesional, tiene la capacidad de evadir obstáculos, sean personas, animales u objetos. Al detectarlos traza un nuevo recorrido para continuar con el corte del jardín. Generalmente, el robot determina los recorridos de corte. Generalmente estos varían de corte en corte.
Su casa, las relaciones humanas y los vecinos del barrio.
Muchas veces, en todo barrio se estigmatizan determinados grupos sociales, por norma general, principalmente a aquellos que no cumplen con las expectativas del grupo selecto de poder. Si no rompemos con dicha relación perversa, nunca habrá una igualdad de oportunidades. Todos somos vecinos. Una manera de revertir la situación es la de sociabilizar entre los vecinos, sea cual fuera la situación social o cultural. La automación va en contra de ello, y en general, también va acompañada con el aumento de las posibilidades y concentración de ganancias para un grupo selecto. La necesidad de un servicio, y la vinculación de este a la prestación digna por parte de un ser humano, colabora con ello. Estamos de acuerdo de que esto ha existido antes de las máquinas automáticas y que, pese a ello, la realidad no fue distinta por los motivos que fueran. Ahora bien, la automoción deshumanizada crea condiciones adversas a todo cambio posible salvo que se pongan límites a su uso, sean impuestos por la sociedad o autocontrolados por cuestiones culturales o de conciencia social. Una vida, las perspectivas de una familia marginada, valen más que el lujo y el sueño tecnocrático de ser parte de una llamada evolución que justifica los caprichos e intereses de unos pocos.
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