La tecnología es un producto del hombre. Su existencia es una acción del mismo. Las acciones pueden producir cambios o parálisis en diferentes sentidos o aspectos. Es decir, tender a conservar un escenario establecido. Toda supuesta inacción es una acción, porque influye en un estado futuro. En el estado de un sistema. Pensemos que, como ejemplo, tenemos en una bolsa un pan, y en nuestro entorno hay personas con hambre, y no tomamos ninguna acción. No estaremos haciendo nada, sino que estaremos matando de hambre a ese otro.
Es común escuchar expresiones como: “la ciencia no tiene política”, “la tecnología es apartidaría”, “la educación es apolítica”. Todo dependerá de cómo analicemos el mundo donde nos circunscribimos, autolimitamos a ver el lugar o el punto en el que nos posicionamos a observar. Obviamente, como he reflexionado en otros artículos, el mundo al cual se autocircunscriben las personas está conformado por otras personas y objetos con los cuales se posee una relación de conveniencias y necesidades. Tendiente a conservarse y evitar cambios en dicho mundo que puedan afectar a su existencia, el ser humano va desvinculándose y tendiendo a atacar toda posible transformación que rompa con un orden o confort dado. Podríamos formular: “-Esto es así, la realidad es así-“. Sin embargo, otro mundo es posible, y es necesario tomar acciones, sin pensar exclusivamente en dicho entorno de conveniencia.
“La tecnología no posee política o ideología. Sus carreras de grado y de estudio, tampoco”.
Estas son algunas de las frases que se escuchan en los claustros académicos y en los sectores de desarrollo. Pero dicha afirmación encierra una neutralidad inexistente ante su misma declaración o desarrollo. Cambiados los modelos socioeconómicos o no, y sin dejar de lado la necesidad del hombre de crear recursos para su subsistencia, la educación tecnológica se ha basado, generalmente, en la exclusiva necesidad del mercado de sustentar/justificar sus métodos de producción, donde el técnico o profesional, son requeridos como un eslabón de una continuidad sórdida “del nada debe cambiar”. Los profesionales son formados sin una conciencia social o solidaria, sin espacios de reflexión sobre la desigualdad, la concentración del poder. Romper con ello, significaría ser subversivo, y estar fuera de toda finalidad de la preparación y formación de la persona. Está fuera de la currícula. Solo hay un punto de observación: el de las necesidades de mercado y de las compañías. Si el mundo tecnológico se rige desde dicha perspectiva, ¿serán los productos y servicios aptos u óptimos para las personas que se encuentran fuera de su núcleo de conveniencia? Podemos contestarnos la pregunta afirmando que no, no garantiza una participación de los sectores excluidos, porque el diseño se encontrará fundado en el marco de la contemplación del tecnócrata, su núcleo y las premisas económicas que rigen sus compromisos de mercado. Para aquellos que acompañamos a grupos de sectores sociales relegados, vemos este tipo de aplicaciones como deshumanizadas, ajenas de las prácticas y cultura de estos sectores.
El sector tecnológico científico, y un sector pudiente altamente tecnificado, o con una idea de progreso tecnológica basado en el consumo y el aumento de la complejidad como base de la evolución social, conducen nuestra sociedad a partir del interés público universal o de la población. La tecnología, no utilizada en forma responsable, se ha convertido en una herramienta del mercado y anhelo de vida para una sociedad exigente en sus propios intereses de comodidad y ficcionalización de los valores de la vida. El ser humano, pese a reconocer las ficciones de una realidad deshumanizada, sostiene y se involucra con esta. De esa manera, mantiene sólidas las bases que lo sustentan firmes en su insensibilidad ante la injusticia de un mundo para unos pocos. Podríamos decir que esta actitud es semejante a, como si hoy día insistiéramos con que la tierra es plana o que está montada sobre pilares, desconociendo el cosmos de la misma manera que si desconociéramos la marginación, el sufrimiento de la humanidad, la inequidad de la sociedad en que vivimos. Así pues, la democracia y la voluntad del pueblo se ven manipuladas por las exigencias del mercado tecnológico. Creyendo que el futuro depende simplemente de la liberación desmedida de su uso sin una reflexión humana que se agudice en los sectores históricamente relegados y el bien común. Todo diseño está inmerso dentro de una cultura dominante, si no se es consciente y se observa la realidad desde el oprimido.
Así también el desarrollo tecnológico como producción o prestación de servicios masivos está generando una innegable concentración y centralización del poder, aunque sus estructuras tecnológicas sean descentralizadas.
¿Qué es la inacción o la acción para que la realidad no cambie?
A modo metafórico, sin intentar construir un modelo real, podemos considerar lo siguiente solo como un ejemplo simplificado. Supongamos que sacamos una fotografía de la realidad, con todos sus campos y contextos. Veríamos los eventos y situaciones que la modifican, y allí las acciones de los mismos hombres que le dan forma, más allá de los factores naturales. Imaginemos que los naturales están estables. Observaremos que una gran cantidad de acciones tratarán que la fotografía siga inmóvil, dentro de una gran red de acciones coordinadas para mantener un orden. Estas acciones buscarán garantizar un estado de realidad donde, por parte de los sectores acomodados y los comprometidos o beneficiados por este, se tiende a mantener dicha imagen.
“Al existenciarlo, en un acto que necesariamente es valiente, decidido y conciente, los hombres ya no se dicen neutros. La neutralidad frente al mundo, frente a lo histórico, frente a los valores, refleja simplemente el miedo que tiene uno de revelar su compromiso. Este miedo, casi siempre, resulta del hecho de que los que se dicen neutros están «comprometidos» contra los hombres, contra su humanización. Están «comprometidos» consigo mismo, con sus intereses o los intereses de grupos a los cuales pertenecen. Y como éste no es un verdadero compromiso, asumen la neutralidad imposible.
El verdadero compromiso es la solidaridad, y no la solidaridad con quienes niegan el compromiso solidario, sino con aquellos que, en la situación concreta, están convertidos en «cosas».
Comprometerse con la deshumanización es asumirla e inexorablemente deshumanizarse también.” (Paulo Freire, “Educación y cambio”)
Si bien esta revista es humanista, comprende que el pensamiento científico incluye al análisis de los sistemas. Para aquellos que tenemos una formación matemática y en sistemas, una manera sencilla de ver la problemática en cuestión, es a través del análisis de un sistema de control de lazo cerrado.
La entrada podríamos vincularla a la acción deseada de la realidad, el bloque de control procesa las decisiones necesarias para controlar las acciones a tomar en el mundo por medio del Actuador. El Actuador es, como su nombre lo manifiesta, el que actúa (acciona). La realimentación observa la realidad y el Error compara dicha realidad con la realidad deseada para actuar y modificarla. Este sistema está permanentemente ajustándose.
En este mismo sentido podemos declarar que toda educación, basada en una supuesta neutralidad o a-política, es una acción política. La neutralidad no existe. La inacción es acción, por su existencia.
Un elemento, un servicio, un producto creado tiene una acción en la sociedad por su uso. Puede excluir usuarios y quitarles notoriedad por no ser visibles o no poder tener el mismo acceso a la misma.
Con esto en la mira, sería bueno preguntarse: – ¿Cómo será nuestro próximo diseño y nuestras acciones cotidianas? –
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