¿Es capaz la robótica de ser generadora de utopía?
Hay quienes plantean que las máquinas automáticas serán utilizadas de manera tal de poder liberar al ser humano de todo trabajo y que de esta manera no habrá que trabajar para mantener la vida, limitándose la humanidad a crear lo que a cada persona le guste.
¿Es esta una utopía o una distopía?
Según el Diccionario de la lengua española la utopía se define con los dos siguientes conceptos:
«plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización»
«representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano»
Si analizamos el significado etimológico griego utopía proviene del concepto de no-lugar, un lugar que no existe o nunca viste en tu vida. Desde mi perspectiva, lo ampliaremos el concepto a una realidad que no existe, que no es posible generar en su completitud debido a su pretensión de ser perfecta. Sin embargo podemos asociarla con la palabra eutopía, desde un punto de vista político, a la cual se la relaciona con un estado republicano ideal. Su significado es: un buen lugar, a diferencia de distopía que es considerado un mal lugar. Por supuesto el concepto de lugar no se refiere exclusivamente a un lugar físico, sino que también a su gente, la vida, la razón, el espíritu y el pan.
El ser humano tiene brazos, pies, puede actuar por medio de sus acciones en el mundo físico. Limitar estas acciones, cuando estas generan sometimiento o dominación a un otro, es realmente un bien para la humanidad. Nuestra conformación física, incluye dinámicas de subsistencia que implican la vivencia de una praxis necesaria para el desarrollo del ser humano. Desde el simple hecho de buscar comida, de defecar, u otras funciones fisiológicas y de aprendizaje para su existencia y transformación de su entorno. Sin una experiencia completa (física y mental), no cercenada, no hay integridad humana transformadora. Quitar al ser humano su corporalidad, es forzarlo a una deshumanización. A quitarle la posibilidad de ser artífice de transformaciones integras y no disociadas. A su vez desconocería la posibilidad de aproximarse a un otro en su completitud, en el compartir de la comida, en el compartir de un espacio, de percibir a través de la sensorialidad. Los seres humanos somos creadores con el fin de asegurar nuestras vidas y su disfrute. Bajo determinados modelos y estructuras sociales, lo hacemos pretendiendo la acumulación de recursos y la incomprensión de la finitud de las bondades de la madre tierra. Lo cual ya sabes que es un error y que nos está llevando a la destrucción y el sufrimiento. Siempre hay negadores de estas consecuencias, de la misma manera que el adicto no quiere aceptar su adicción, o más bien dicho no quiere afrontar el dolor de atravesar por un proceso de reconocimiento de las causas que no le permiten abordar una transformación personal. Las demostraciones están al alcance de la vista: la devastación de la naturaleza, la contaminación, la marginalidad, etc… ¿Lo que creamos tiene un sentido en nuestras vidas, sentidos mezquinos, autodestructivos?, ¿o de cuidado de la vida?
Ponemos en movimiento nuestro cuerpo-mente para satisfacernos. Si hubiera máquinas que se encargaran de ello por la conveniencia de unos pocos o de todos, ¿cuál sería el sentido de nuestra vida? Se reduciría simplemente a dejar al obrar de las máquinas lo que no queramos hacer o afrontar. Sustituiremos la acción humana por el accionar de los mecanismos. Máquinas que toman recursos, que toman la vida de la naturaleza. Vedaremos, por medio de la cultura del consumo, lo que otra persona o nosotros mismos podamos hacer por medio de estas acciones, recrear nuestras vidas, servir sanamente, y no consumiendo recursos para el funcionamiento de sistemas mecánicos muertos. Sistemas mecánicos que regeneran muerte. Regeneran desechos y consumen energía. Quitan vida hacedora a nuestra vida y madre tierra. Hablamos de la vida que nos interesa, la humana y la de todo su entorno dentro de esta naturaleza.
No podemos perder de vista que las máquinas son creadas, son entrenadas o diseñadas y poseen dueños. Todo diseño en sí mismo posee el condicionante de su diseñador, sus intereses y grupos de conveniencias. Vivimos en un mundo gobernado por la maximización de las ganancias y la concentración de las mismas. Sin romper dicho molde es imposible que las creaciones humanas no lleven en su esencia las características y contexto del molde que las formó. Este tema lo he desarrollado en múltiples notas [ 1 ]. Para poder acceder a la utopía planteada, deberíamos vivir primero en un mundo sin jerarquías, concentración, ideología dominante de mercado y marginación. Con lo cual, la segunda utopía, la robótica, no puede ni siquiera plantearse como aceptable o deseable.
Así y todo, si pudiéramos como humanidad establecer las condiciones ideales, el fin de la utopía de que las máquinas trabajarán por nosotros, es un modelo de muerte. Que reemplaza las acciones de vida humana, por consumos y desechos. La capacidad de hacer, y sobre todo de hacer historia, es un valor para la humanidad, un bien. Por ende, el planteo de suplantar las acciones humanas de subsistencia por máquinas es una distopía. Sin dejar de lado lo planteado al principio de esta nota: el trabajo como explotación. Cada vida humana, se vería solidaria a acciones de mecanismos que consumen vida de la madre tierra. Asociándose la vida misma al consumo.
Pensar en una humanidad y un mundo sano, puede ser utópico, pero nos sirve para comprender que la robótica no es generadora de utopías.
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