Al liberarse los oprimidos de sus déspotas, se manifiesta, se genera una nueva realidad, una espiritualidad que se basa en la asamblea, en la justicia y la equidad. Ello podemos encontrarlo en la organización de los movimientos a lo largo de la historia de la humanidad.
Esta es la historia de los oprimidos de los océanos, quienes se sublevaron de sus opresores, y con su democracia y utopía crearon una república, la primera en América y pusieron en jaque a las fuerzas de los imperios de su tiempo.
Todo comenzó en los barcos, donde las personas capturadas de la calle, y personas de bajos recursos eran obligados a servir como marineros. Generalmente con la promesa de una paga a sus familias que nunca llegaba. La Marina Real en muchas ciudades capturaba a vagabundos y personas de calle para llevarlos a los barcos donde desarrollarían el oficio de marineros bajo regímenes inhumanos y de castigos inconcebibles. Además de los azotes, castigos e inmersiones, las enfermedades eran algo común en los largos viajes y la mortalidad era aproximadamente del sesenta por ciento de la tripulación. Se trataba de una esclavización de las poblaciones indigentes y marginadas de su propia tierra, y de las sometidas a colonización.
La tecnología naval no fue un instrumento esencial en el proceso de colonización y explotación de las colonias de las potencias europeas. Para comprender la situación y el proceso traigo la siguiente frase:
“De ahí que los opresores se vayan apropiando, también cada vez más, de la ciencia como instrumento para sus finalidades. De la tecnología como fuerza indiscutible de mantenimiento del orden opresor, con el cual manipulan y aplastan. Los oprimidos, como objetos, como “cosas”, carecen de finalidades. Sus finalidades son aquellas que les prescriben los opresores.” Paulo Freire, “Pedagogía del Oprimido”, Siglo XXI Ediciones.
Las tripulaciones se levantaban contra la opresión. Otros, como puede ser algún notable de buena posición, abandonaban su vida cómoda y se largaba tras la utopía pirata. En un mundo en conflicto, las marinas de las potencias se dedicaban a asaltar y tomar las mercancías de los barcos de cargas enemigos. El pillaje institucionalizado. Los corsarios poseían contratos legales donde se garantizaba que las ganancias terminaran en las manos de los capitanes y propietarios de las embarcaciones.
Los oprimidos de los océanos, llamados Piratas del Caribe, forjaron nuevas relaciones democráticas en sus barcos. Por supuesto, no deseaban replicar el modelo de sus opresores. Pusieron el sistema pata para arriba, en sus barcos y en el mundo. La tripulación formaba una asamblea que elegía democráticamente su capitán, el cual podía ser depuesto mediante una nueva asamblea, la cual podía ser llevada a cabo en cualquier momento. A su vez, la distribución de las ganancias era conformada, dándole una parte y media al capital, y una parte a cada integrante de la tripulación. Los miembros que sufrían alguna amputación en combate eran indemnizados y obtenían una pensión de por vida. Un concepto de justicia y de distribución según necesidad.
Si bien muchos de los piratas fueron europeos, también hubo africanos y nativos americanos.
La pandilla voladora y su democracia.
Este nombre fue el que unió a varios piratas que se establecieron en Nassau, la República Democrática pirata. Tema que describiremos en otro artículo. Estos piratas solo daban el poder absoluto al capitán del barco exclusivamente durante el combate. El resto del tiempo, el capitán podía ser sustituido en cualquier momento por asamblea. Lo interesante es el sistema de asamblea continua que conformaban las tripulaciones de los barcos, donde un consejo permanente determinaba los cursos a tomar, a cuáles barcos asaltar, que tripulación del barco capturado añadir a su tripulación, quienes podían ser liberados y como castigar las transgresiones dentro de la tripulación. Nuestras enseñanzas conservadoras al respecto, o más bien, las que se impusieron desde el poder, nos harían pensar que, al capturarse un barco, la tripulación sería forzada contra su voluntad a sumarse a la tripulación pirata. Más no era así, la mayoría estaba deseosa de ser liberada y tomar parte de los liberados del océano, los piratas. Hubo un caso donde un médico fue forzado a servir por un tiempo, debido a la necesidad de la tripulación a mantener la salud, siendo el barco un lugar donde las enfermedades asechaban. La tripulación necesitaba de atenciones médicas. Los capitanes comían la misma comida que la tripulación y compartían los camarotes. Los embarcados se aseguraba de que las distribuciones fuesen equitativas en todos sus aspectos por medio de un oficial que se encargaba de fiscalizarlas. Si el capitán hacía un buen trabajo y era justo, toda la dotación del barco lo acompañaría hasta los confines del mundo, caso contrario sería depuesto rápidamente.
Los medios de siempre.
Como hoy en día, los medios eran leales al poder. Pese a la gran aceptación y reputación que tenían los piratas en el pueblo y sobre todo en las clases bajas, la prensa se encargó de fomentar su desprestigio inventando situaciones de violaciones, asesinato de personas por capricho, tortura de niños, y cuanto pudiera desvirtuar la realidad. Estos hombres y su utopía comunitaria lograron cortar las comunicaciones entre Gran Bretaña, España, Francia y sus colonias, y reducir la esclavitud en las plantaciones. Los terratenientes esclavistas tuvieron miedo de que los esclavos se sublevaran y pasaran a sumarse a los piratas. Todo sin un gobierno central y sin explotación esclava, que era el modelo imperante en el mundo colonial.
Estas campañas de difamación eran aprovechadas por los capitanes piratas para, de esta manera, al asediar un barco, este se entregara sin resistencia. Sin muertes que lamentar. Una técnica lejana de la violencia.
El poder a través de la prensa, la desinformación y la manipulación ideológica, siempre desvirtúa aquellas manifestaciones de humanidad que se dan fuera de las jerarquías, el dominio, la exclusividad; niega la capacidad del ser humano de ponerse en movimiento con estructuras horizontales que construyen relaciones no fundamentalistas. El fundamentalismo, la concentración, la militarización y la jerarquía van de la mano. Estos relatos nos dan el ejemplo de cómo el hombre es hacedor de historia y equidad en su espíritu de liberación.
Continúa leyendo la segunda parte de esta nota.
Fuentes:
Colin Woodard, “La república de los piratas”, Crítica, Barcelona.
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