Sin tener en cuenta la IA y la robótica hay quienes ya son sometidos a la extinción por medio de un proceso que se acelera con el fomento de estas tecnologías mal aplicadas. Causa por la cual, cada vez el trabajo mejor remunerado se concentra en unos pocos premiados. La brecha educativa y de salud, en especial la mental, se ve asechada por la falta de opciones en los sectores relegados. Si bien algunos estados responsables luchan por brindar medios económicos y de vivienda a los que no tienen opción y los desfavorecidos, tratando de contener como se puede la carrera de la inequidad. La del: “no es mi culpa”, afirmación de determinados sectores económicos y socialmente beneficiados. La automatización aplicada como un proceso de maximización de las ganancias, por medio de la eliminación de lo que es considerado un costo, es decir, el sustento de las familias trabajadoras y de quienes ni siquiera alcanzan a tener dicho estatus. Situación innegable producto del continuo asalto a las necesidades básicas de gran parte de la población; consecuencia de la dominación de unos pocos, sobre una gran mayoría conformada por actores periféricos regionales y de los centros de poder, aunados por el único interés de aumentar sus beneficios. Aunque, hay que ser consiente que el extractivismo desde fuera de la región elimina o pone en riesgo toda posibilidad de redistribución interna. Gran parte de la población se ve afectada de poder llevar una vida aunque sea básica o sencilla. Donde el continuo vértigo por tratar de mantener la vida, no da posibilidades a poder organizarse o al menos, planificar a corto plazo las acciones requeridas para apenas pasarla dignamente. Las capacidades de las personas por llevar su subsistencia adelante con autodeterminación le son privadas, cayendo en un estado de alienación. La estructura económico social dominante solo les permite sobrevivir: tomar unas bocanadas de aire cuando muchos terminan muriendo de asfixia (*). Esta no intenta ser una descripción romántica, sino terriblemente drástica, al tratar de exponer la desesperación por no poder acceder a lo mínimo e indispensable para sustentar la vida. Bajo estas situaciones, amplificadas ante el uso no responsable de las tecnologías de automatización por los que se consideran económicamente bendecidos, es indecente pensar en que determinados automatismos dominaran a la sociedad logrando su sustitución. Los deshumanizados de siempre son quienes las crean y usan irresponsablemente, negando todo llamado de la conciencia ante el arrebatamiento del pan de todos los días de quienes no lo tienen.
¿En la inestabilidad de los sistemas se reproducen los imprevistos o más bien las situaciones injustas que no se quieren ver?
Lo que queda claro es que un modelo de extracción de recursos y de continua expansión ilimitada de la naturaleza, a su vez magnificado ante el uso de máquinas programadas y entrenadas para llevar adelante dicho fin, y como sus dueños siendo las predominantes en su tipo, replicarán, acelerarán y harán más eficientes estos procesos. Salvo que se produzca un cambio de conciencia o de poder en la humanidad. Los automatismos concentran y optimizan las políticas de sus dueños ejerciendo justicia o injusticia. En el caso de seguir los poderosos con las mismas políticas individualistas se terminaría en un colapso, avivado por las acciones de las extensiones mecánicas de estos insensatos. Los automatismos y mecanismos son replicadores de sus acciones, de su inconsciencia e inhumanidad.
Si quien tiene poder, está decidido a talar bosques, con una motosierra lo hará más rápido que un hacha y si construye o toma para su cometido múltiples sistemas autónomos y automáticos, entonces la devastación será mayor, más descontrolada e inestable. No hago esta mención como un ejemplo burdo, sino tratando de tocar un tema de alta visibilidad. Soy consiente también que hay soluciones con drones que reforestan bosques, y que en cierta manera la tala de árboles. se encuentra regulado y rechazado por gran parte de la opinión publica. Pregunto: ¿qué pasa cuando el daño es hecho a las minorías o cuando en la cultura dominante considera retrógrado limitar el desarrollo tecnológico perdiéndose todo sentido y dimensión humana?
(*) No cabe duda que nuestra historia y pertenencia (aunque sea por haber sido aceptado) nos vincula con nuestras historias. No me cabe duda que la expresión que he utilizado trae a mi recuerdo la muerte inesperada de un amigo de la Familia de la Calle, a quien cariñosamente todos le llamaban el duende. Un muchacho joven, sensible y afectivo, quien fue encontrado una mañana de invierno en la Plaza Lavalle de la Ciudad de Buenos Aires, ahogado por su mismo vómito.
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