Desde antes de la pandemia era común que al acercarse las personas a realizar un trámite en algunos organismos gubernamentales y privados se les dijera que debían de sacar un turno por internet o hacer el trámite por internet. No importaba si tenías las capacidades, los medios o los dispositivos para hacerlo.
En Argentina, por ejemplo, algunos de estos organismos son:
ANSES tiene a su cargo, entre otras tareas: Otorgamiento y pago de jubilaciones y pensiones, pago de Asignaciones Familiares a trabajadores en actividad, desempleados, jubilados y pensionados; y gestión y liquidación de la Prestación por Desempleo.
En el acceso a la identidad digital de la Ciudad de Buenos Aires es necesario para acceso a beneficios, cursos de capacitación, turnos de atención hospitalaria, turnos para sacar documento de identidad, etc.
En cuanto a la identidad digital a nivel nacional, necesaria para acceder a varias plataformas y a gestionar gran cantidad de trámites a nivel nacional.
Algunos de estos sistemas solo permiten un registro virtual, no presencial o el presencial es engorroso y también complejo para determinados sectores.
Es usual que no se cuente directamente con ningún medio digital para determinados sectores marginados, y en dichos casos los prestadores del servicio no se responsabilizan, o los métodos de acceso no virtual no son claros o a disposición del usuario, debiendo estas personas buscar socorro a terceros.
Las entidades que deberían brindar el servicio se desentienden del tema, generando dos barreras, una la de requerirse de un recurso tecnológico para acceder a la puerta de entrada de atención y, otro, ante el ocultamiento o la inexistencia de un método presencial, claro, anunciado y accesible. De existir este último, su difusión o información también se encuentra en medio digital, con acceso por internet y con la necesidad de conocimiento de navegación y búsqueda en internet.
Mientras que la difusión de los métodos digitales son potenciados por medio de publicidades que buscan visualizar una modernización tecnológica de los procesos, los métodos alternativos de trámite presencial se ven ocultados. Se busca de esta manera transferir parte del costo de atención al usuario, al punto tal que la eficientización del costo llega a producir marginación. Es tal la necesidad de marcar un progreso tecnológico que pasan a último lugar e interés las necesidades de quienes más lo necesitan, y que son “casi” descartados por el prestador. Actúan de manera social irresponsable, y con cierto criterio de darwinismo social [1] al ponderar a quienes tienen las opciones, los recursos y las capacidades para acceder a estas nuevas interfaces de atención, excluyendo a quien no. Marginándolos aún más, y al desconocer los métodos requeridos en la difusión, producen una acción de invisibilización.
Debe tenerse en claro que el hacer evidente esta situación no busca menospreciar las soluciones tecnológicas, sino comprender que deben ser utilizadas en manera socialmente responsable. Por otro lado, es claro que la alfabetización digital es necesaria; sin embargo, esto implica la necesidad de contar con los medios, recursos y dispositivos que no son de propios de la naturaleza humana. Por ende, allí surge la desigualdad misma propia de una sociedad que no brinda las mismas posibilidades de situaciones y condiciones de vida diferente.
En el caso de la marginación absoluta y de situación de calle, aquellas personas que no se les aproxima en un acompañamiento responsable, no tienen oportunidad de contar con la ayuda de terceros que le faciliten los recursos o le asistan en los trámites. Así y todo, aunque dicha solución se comienza a ver por medio de organizaciones no gubernamentales que ofrecen vestimenta, comidas y la realización de trámites, hay un problema más profundo y común que es la identidad digital, algo que para muchos pareciera ser efímero cuando se habla para personas en marginación, y no lo es para nada en el mundo actual. Ese mundo al cual hay que advertirle, y transformarlo a otro mundo posible donde todos y todas tengamos las mismas opciones, las mismas posibilidades de expresarse, comunicarse, un mundo donde quepan otros mundos en equidad, con sus culturas y contextos.
Hoy en día las plataformas digitales privadas de servicios y venta se han incorporado a nuestra vida cotidiana, desplazando inclusive a los métodos convencionales, que al asfixiarse, al no tener espacio dentro de un mercado desaparecen o quedan totalmente relegadas. Cuando hablamos, por ejemplo, de comunicaciones, ya los servicios distribuidos que permitían a las personas de bajos recursos acceder a las comunicaciones han desaparecido, llamémosle telecentros, cybers, etc. Así también, toda comunicación está asociada a una identidad digital, la cual no es siempre posible mantener, y menos aún para personas marginadas que no cuentan con medios digitales propios o los que poseen se vuelven obsoletos, o son usados y su vida útil se ve afectada.
También en muchos casos el medio y el entorno en que se vive o trabaja ponen en riesgo la integridad de los mismos. No hay que olvidar que, si bien, muchas de las problemáticas pueden ser analizadas para la generalidad de los seres humanos, la vida en necesidad, sin hogar o en una pieza que cuesta pagar a fin de mes o. diariamente, la lucha por conseguir o pagar los alimentos, los salarios indecentes, entre otras realidades. Esto lleva a un ritmo de vida enajenado, donde mantener una identidad digital pasa a estar en último plano y asechada por el vértigo propio de la desesperación.
Muchas veces la información de acceso queda en quienes solidariamente intermedian para hacer algún trámite. También en muchos casos el teléfono celular se vuelve un medio comunitario familiar, un único celular es utilizado por la madre, el padre o pareja y los adolescentes y niños, y hasta muchas veces por parientes cercanos, lo cual complica, dificulta y pone en cierto riesgo una identidad digital por la manipulación misma del dispositivo por parte de varios usuarios. En las familias indigentes el costo del acceso a internet compite a su vez con la alimentación y la salud [2].
Como he desarrollado en otros artículos, el diseño de los sistemas y soluciones debe realizarse desde una convivencia y aproximación con el marginado, y desde este en comunidad. Caso contrario, nuestra misma pertenencia a otros grupos sociales muchas veces sesgan el desarrollo y la implementación de soluciones [3]. La eficientización [4] de los costos, el ahora, el demostrar un avance tecnológico se ponen por encima de la realidad social, y las opciones a los sectores marginados o con capacidades diferentes. La desidia hacia estos sectores generando aún más marginación, deshumanización y violencia. La digitalización empleada en forma social no responsable transfiere el costo a los sectores más vulnerables, a las organizaciones y ciudadanos que llevan adelante acciones solidarias. La sociedad toda y el estado debería reglamentar la implementación de estos sistemas por medio de estándares y procedimientos. En vez de llamarla “Brecha Digital” deberíamos llamarla “Injusticia Digital”
Fuentes:
[4] Hacer algo eficiente, aprovechar algo al máximo.
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