Una profesora de guitarra que tuve, excelente ella en la transmisión de conocimientos y con un alto grado de exigencia con sus alumnos, en cierta ocasión que yo le manifesté que a mí me interesaba aprender técnica guitarrística, pero no solfeo, armonía, etc., me dijo: “Es una estupidez no aprovechar el camino ya andado por grandes maestros, que han incorporado a través del tiempo muchos conocimientos y, a partir de allí, avanzar por nuestro propio camino”.
La otra manera es querer hacerlo por nuestra cuenta, medio a los tumbos, a través solo de la experiencia.
La experiencia personal sirve para todas las cosas que emprendamos en nuestra existencia. Pero si contamos con otras personas que cuentan con experiencia y conocimientos teóricos acumulados en el área que elegimos, seríamos tontos si no las aprovecháramos.
Creo que para esto es fundamental dejar de lado el egoísmo que nos gana muchas veces que nos impide compartir lo aprendido. También el orgullo nos hace creer que todos podemos llevar adelante cualquier desafío, en fin, distintos sentimientos característicos de la condición humana.
Sucede en muchas oportunidades, cuando ya hemos andado largo trecho desarrollando una tarea, se nos hace más difícil comprender la concepción de proceso que implica todo aprendizaje en las demás personas que se van incorporando a la tarea que desarrollamos, cualquiera sea, colocándonos en una posición más radical, de indiferencia, lo que la psicología social denomina una adaptación pasiva a la realidad (esto no cambia más, no hay nada que hacer, la gente nueva que ingresa no cumple adecuadamente con las responsabilidades, etc.), y no como debería ocurrir cuando, en un proceso de aprendizaje vamos a una adaptación activa a la realidad, con vínculos más plásticos con los demás, donde prevalecen en la tarea la afiliación, pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje, que llevan a un sentimiento de vida más disfrutable ante los desafíos del diario vivir.
Sin embargo, en muchas empresas y organizaciones sociales, aún se incentiva la competencia entre sus empleados, no la complementariedad.
No se practica en ellas el interjuego dialéctico de sus integrantes, sobre los aprendizajes basados tanto en la experiencia como en la incorporación de aportes teóricos indispensables para un mejor y más eficiente funcionamiento.
A partir del análisis periódico de la realidad, de la observación de los logros y dificultades tenidos en un determinado período, surgen nuevas prácticas a incorporar para mejorar la eficiencia, para el logro de los resultados fijados en el proyecto que deseamos llevar adelante.
La dificultad está además, en el sistema social y político-económico que estamos inmersos, que no cultiva estos valores, más bien exalta el individualismo, el éxito personal, expresado por ejemplo en toda la gama de cursos de autoayuda, emprendedurismo, definido también como antropocentrismo, que nos hacen creer que solos podemos salir adelante, cuando, nuestra esencia humana es de tipo gregario, ninguna persona puede sobrevivir en soledad, siempre necesitamos del prójimo, entonces las resistencias a un modo de sentir, pensar y actuar distinto son enormes.
Deberíamos defender más bien una forma biocentrista, es decir que todo el universo, toda la creación en una visión teológica son indispensable para sostener la vida del planeta.
Por último, en este momento en que la creación está en muy serio riesgo, cercana a la debacle total, justamente por el modo de desarrollo implementado a nivel global, debemos inevitablemente sentir que todas las formas de vida son imprescindibles para sostener el equilibrio de la naturaleza, y pensar cómo construimos una sociedad centrada en la biodiversidad, la justicia y el amor y actuar en consecuencia para que esto sea una realidad.
Los avances del automatismo y la robotización, hace que los niveles de desocupación alcancen cifras jamás vistas, quitándonos a los humanos la actividad imprescindible para organizar la vida cuál es el trabajo. Toda esta movida tuvo una primera instancia en que los centros de poder hicieron un trabajo de promoción de esta modernización, ocultando lógicamente, como pasa por ejemplo con muchos medicamentos las contraindicaciones, es decir los perjuicios de un avance indiscriminado en este camino.
En términos psicológicos, los grandes centros de poder buscan la cosificación de la persona humana, como una pieza secundaria en el engranaje del modelo de desarrollo, que va minando los vínculos interpersonales, la sensibilidad social, y, desde luego, poder de negociación de los trabajadores en las condiciones de trabajo, hasta la pérdida quizás de los derechos adquiridos tras décadas de luchas, ese, lamentablemente parece ser hacia donde se encamina la humanidad.
Ante esto queda luchar para que la economía deje de tener el poder total que hoy se le ha adjudicado y pase, al igual que todas las ciencias a ser puesta al servicio del equilibrio, mejor dicho de la justicia social. ¿Podremos?
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