Hubo una máquina utilizada en Inglaterra que sentó las bases para acallar los reclamos de salario digno y de poder alimentar a sus familias. Esa sencilla máquina manejada por hombres fue la horca. Esta herramienta de muerte tiene una inteligencia emocional y mortal para amansar, doblegar e instaurar dogmas. Es un castigo y alecciona a todo el entorno del condenado. Esto paso en Inglaterra y a quienes actuaron y defendieron contra la injusticia se los denominó luditas.
El momento histórico fue los inicios de la llamada revolución industrial, la revolución comandada por el sector pudiente y especulador inserto en una política europea de colonización. De las colonias se extraía materia prima y se explotaba a las naciones colonizadas como a los sectores marginados locales. La automoción hizo más eficiente la concentración de las ganancias. Las ciudades productivas aumentaron su producción y la periferia fue desbastada. El trabajador local perdió trabajo, es decir las opciones de subsistencia o sobrevivencia, y por dicho motivo reaccionó. No fue ante ninguna negación al progreso. Podríamos decir, que por el contrario tomó acciones para tratar de contrarrestar el retroceso y la desvalorización de su vida.
El mayor problema al comprender los movimientos luditas es el no basar el análisis histórico en la praxis social e idealizar la realidad de quienes no tienen opciones o están al límite de la subsistencia. El proceso de colonización no solo sumió a la esclavitud y explotación a las colonias, sino que también perfeccionó el sistema de explotación local. Un ejemplo de ello es el sistema casi prácticamente de esclavización de quienes eran subidos como marineros en las embarcaciones de transporte de cargas entre continentes. Los explotados eran considerados: casi humanos. Su muerte y marginación no formaban parte de una evaluación del tal proceso dominante. Son ignorados e invisibilizados. El progreso se mide en función del capital y el bienestar de los poderosos. La historia se valora y establece desde dicho relato.
Cuando las personas viven al límite y obviamente no pueden ser actores de un cambio y su dependencia de los sectores pudientes es directa. Si el sector al cual le dan servicios, prescinde de ellos las posibilidades de sobrevivencia son mínimas. Ya en si las negociaciones o amenazas de reducción de sus posibilidades generan una mayor denigración de la autoestima no solo de la persona en condiciones de producir sino también de todo su núcleo familiar. Pensar en una solución a la miseria que sea automática o rápida no es más que una idealización o negación de la realidad con fines concretos: ocultar los sacrificios humanos. Vidas que se pierden y son expuestas a una fragilidad que les lleva a perder toda fuerza de voluntad y posibilidad de amarse a sí mismos y a su entorno. Esto conlleva a una crisis mucho más profunda. Los trabajadores textiles de los inicios de la deshumanización industrial lo sabían muy bien. Su situación de oprimidos les daba dicho conocimiento más allá de las naciones o ciudades a las que pertenecieran. El dolor de hambre y necesidades es el mismo para todos los seres humanos, como así también la hipocresía y la barbarie de quienes no quieren hacerse responsables de sus beneficios.
En 1821 en la ciudad española de Alcoy los trabajadores textiles tomaron la ciudad y algunos de ellos destruyeron máquinas textiles instaladas en algunas industrias exigiendo a los gobernantes de la ciudad que se desmonten las restantes. El alcalde de la ciudad prometió desmantelarlas. Pero finalmente ocurrió todo lo opuesto, los dueños de las máquinas fueron indemnizados y el ejército actuó. Por un período de cuatro años era notable la indigencia en que habían caído las familias de los encarcelados.
Los trabajadores textiles estaban divididos en dos grupos los rurales que trabajaban en sus casas y los que trabajaban en la ciudad en los procesos finales de producción. La automación quitaba el trabajo al sector que trabajaba en sus casas. Las acciones fueron tomadas por ambos grupos.
El Diario de Sesiones expresa sobre una serie de sucesos en diferentes ciudades: “No ha sido nuevo, aun en España, que los pueblos pobres y principalmente agrícolas no miren con buenos ojos las fábricas inmediatas a ellos. […] Son notorios y recientes… las alarmas y procedimientos de hecho que causas de igual naturaleza motivaron en Ávila, Segovia, Guadalajara, Tarrasa, etc”
La declaración de un diputado alcoyano nos permite conocer el porqué de la situación violenta ocurrida: “La razón inmediata de esas maquinaciones ocurridas en Alcoy con tan triste suceso, la tenemos bien designada en el estado de hambre y de indigencia a que el establecimiento de las máquinas de cardar e hilar ha reducido a un gran número de operarios de Cocentaina, Benilloba, Ares y otros varios pueblos. A todos éstos surtía Alcoy del trabajo con que vivían…”
En 1822 los trabajadores intentaron realizar otras acciones contra los empresarios dueños de las maquinas intentando actuar nuevamente para destruirlas, pero el ejército por medio de un enfrentamiento lo prohibió. En 1825 y 1826 hubo otros sucesos. Inclusive en 1844 se produjeron nuevas concentraciones de obreros por causa de la introducción de una máquina de cardar.
Fuentes:
https://www.elsaltodiario.com/movimiento-obrero/guerra-17-maquinas-alcoi-primera-protesta-ludita
https://cadiznoticias.es/el-ludismo-en-espana/
https://es.wikipedia.org/wiki/Sucesos_de_Alcoy_de_1821
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