El Monoteísmo como proceso de Gentrificación

Gentrificación

El título de este texto puede parecer extraño e insólito, pues cuando se piensa en gentrificación muchas asociaciones son generadas: encarecimiento de productos y bienes raíces, desplazamiento de habitantes originarios, incremento de la desigualdad social, pero no algo tal como “monoteísmo”. ¿Qué tiene que ver un postulado religioso con la gentrificación? A continuación presentaré una reconstrucción histórica de cómo se forjó el dogma monoteísta en el Antiguo Israel, que fundamenta la fe tanto judía como cristiana, para señalar que el tránsito de los antiguos cultos denominados “politeístas” al monoteísmo de un solo Dios estuvo marcado, en realidad, por lo que puede considerarse como un proceso de gentrificación de la fe.

De forma estándar la gentrificación se define como la “reestructuración espacial de una determinada área urbana, lo cual implica el desplazamiento de los residentes de bajos ingresos que habían vivido en estos espacios”[1]. Este proceso va acompañado por la creación de nichos de urbanización diferenciados y la centralización de capital económico y simbólico en áreas específicas que se convierten en atractores turísticos y de nuevas viviendas que no solo afectan la vida económica, sino también la cultura, es decir el pensamiento y estilo de vida de los residentes.[2] Esto fue lo que ocurrió en el Antiguo Israel a partir del siglo VII a.C., en la región sureste de Palestina, en la zona de Jerusalén, un proceso de formación de una religión monoteísta que se consolidará hacia el siglo IV a.C., con el nacimiento del judaísmo estrictamente hablando, pero siendo un proceso religioso que también cimentó las bases doctrinales del cristianismo.

¿Cómo nació el monoteísmo judeocristiano y cómo se relaciona con un proceso de gentrificación?

Las religiones, desde tiempos del Paleolítico, tendieron a ser pluralistas, crearon un panteón de diosas y dioses asociados a diversos factores de la naturaleza y procesos vitales como el nacimiento, la muerte, la enfermedad, etc. Las y los dioses establecían relaciones entre ellos, ya fuese de parentesco (matrimonio, hermandad, filiación) o bélicas.[3] La zona donde actualmente se encuentra Palestina así como Turquía y lo que fue conocido como Mesopotamia, se conoce como Cercano Oriente y, cuando se trata de hablar de grupos del pasado, recibe el nombre de Antiguo Cercano Oriente. En esa zona pueden rastrearse las primeras ciudades desde el cuarto milenio antes de Cristo, tales como Ur, Uruk o Jericó.[4] Además de las regiones mencionadas también debe señalarse a Egipto, un lugar de relevancia no solo por sus drásticos procesos de urbanización, sino porque ahí encontramos un importante antecedente del monoteísmo con la figura del faraón Akenatón cuyo reinado se data del año 1353 al año 1336 a.C. Akenatón dispuso una política sui generis hasta ese momento que fue señalar al dios del sol, llamado Atón, como el dios verdadero. Las políticas de Akenatón se caracterizaron por buscar la centralización del poder y contar con un dios exclusivo funcionaba muy bien para esos fines. Sin embargo esta política de Akenatón no puede considerarse estrictamente monoteísta, porque el culto a Atón no implicaba que los otros dioses no existieran, sino, simplemente, que en medio de todos los dioses, Atón era el superior. A este tipo de organización religiosa se le conoce como “henoteísmo”.

Aunque hay quien dice que Moisés retomó el henoteísmo de Akenatón para el Decálogo y el resto de la Toráh judía donde se presenta al Dios de Israel YHWH (Jehová o Yhavé) como el único Dios, lo cierto es que las dificultades para considerar a Moisés como un personaje histórico y a YHWH como un Dios único en los supuestos tiempos del Éxodo (ca 1200 a.C.), son muchas. De hecho hoy se establece que tanto Moisés como la historia del Éxodo fueron leyendas nacionalistas diseñadas con el paso del tiempo y solo hasta el siglo VIII o VII a.C., encontrarían la versión que actualmente conocemos. Sin embargo, hacia el siglo X a.C., la zona de Palestina, y muy especialmente el sector sureño, es decir la zona de la actual Jerusalén, llamada por entonces Judá, comenzaron a desarrollar un proceso urbanístico muy importante.[5]

Es en este proceso donde se asientan las bases del monoteísmo y un factor clave para consolidar esta forma de organización y creencia religiosa fue algo que hoy podríamos llamar gentrificación.

La región del Antiguo Israel estaba antiguamente conformada por diversas confederaciones clánicas que a veces actuaban de forma independiente y, en ocasiones como una confederación.[6] Sin embargo no había una unidad nacional y ni siquiera un solo Dios. De hecho en la zona existía una gran diversidad de santuarios, los más famosos se encontraban en Hebrón, en Silo y desde luego en la zona de Jerusalén.[7] Además del Dios Jehová/Yavhé se encontraban diosas como Asera o Ishtar, quien, de hecho, en algunas versiones era la consorte de Jehová. Otro dios era Baal, un dios lunar; también estaban otros dioses como Tamúz o Moloc, etc. Esta pluralidad de dioses estaba relacionada con una diversidad política, pues no había un rey que gobernara a todos, sino que cada región era autogestiva en política y religión; donde era más difícil la autonomía, sin embargo, era en la economía, pues debido al comercio y a los cultivos se requería de cooperación e intercambios constantes. Sin embargo, el privilegio de poseer santuarios en cada región era parte de la organización social de la época.[8]

GentrificaciónPero todo cambió cuando la nación de Israel se formó… durante los gobiernos de David y Salomón surgió un intento de unificar a los grupos de la región bajo un mismo nombre, una misma política y, desde luego, un mismo dios. Para estos fines se construyó un templo en Jerusalén bajo el reinado de Salomón. La construcción de este majestuoso templo implicó una explotación de la mano de obra de la población, donde los antiguos residentes de la zona de Jerusalén fueron obligados a trabajar con su fuerza humana para su edificación; o bien, a pagar excedente de impuestos para financiar la construcción del templo. Todo esto iba de la mano con la política urbanística de Salomón que terminaría en un amurallamiento de la zona. Sin embargo, como los muros no producen comida, se tuvo que echar mano de un modelo económico que también puede rastrearse hasta Egipto: el diezmo, una forma de pago fiscal en especie. El diezmo consistía en grano y ganado otorgado como dádiva a Dios (al gobierno en realidad).

Hasta antes del templo no había necesidad de diezmo, pues cada “tribu” o conjunto clánico, como se ha dicho, era autogestivo. Pero tras la construcción del templo surgió un espacio geográfico improductivo, un recinto religioso y palacio de gobierno que, además de haber costado muchos recursos del pueblo, necesitaba más para su mantenimiento. De este modo Salomón institucionalizó el diezmo como tributo obligado a Jerusalén. Desde luego tal disposición no fue bien recibida por la población, y de hecho hubo levantamientos en contra, el más importante liderado por Jeroboam, quien creará una separación radical entre Jerusalén al sur y el resto de los grupos del norte.

Jerusalén necesitaba recursos y convencer a todas las demás zonas de que esta ciudad era superior, el lugar más novedoso y de mejor calidad para vivir. El templo era muy caro pero no producía comida, pero tenía otro atractivo, no precisamente material, sino simbólico: el culto al Dios verdadero por el cual, desde luego, se tenía que pagar. Salomón y el resto de los reyes del sur, es decir de Judá, buscaron eliminar todos los santuarios que había en el resto de la zona, pues solo centralizando el culto en el templo de Jerusalén podría haber recursos suficientes para subsistir. El resultado fue un encarecimiento de la vida hierosolimitana (es decir dentro del perímetro de Jerusalén) y la apertura de rutas turísticas (muchas de ellas aún vigentes en la actualidad). Específicamente, el peregrinar anual a Jerusalén para pagar el diezmo y participar de los rituales no es otra cosa que turismo religioso con el cual esta ciudad bebía de la derrama económica de las otras regiones. Los antiguos hierosolimitanos quedaron desplazados de forma irreversible, y su lugar fue ocupado por las castas sacerdotales y monárquicas.

A este proceso de creación de un santuario centralizado los sociólogos le llaman “anfictonía”[9] y el mejor camino para lograrla es el monoteísmo: el culto a un solo Dios que tiene un solo santuario oficial. Así, el desplazamiento de los habitantes originarios de Jerusalén, el encarecimiento de la vida, la violenta urbanización y hasta la conversión de esta ciudad en un importante destino turístico, encontró en el monoteísmo su piedra angular ideológica.

Puede decirse, por lo tanto, que el monoteísmo es resultado de un proceso de gentrificación, y muy específicamente de lo que puede llamarse “gentrificación simbólica”,[10] pues de estas políticas urbanas de desarrollo centralizado para fines religioso y turísticos nación la creencia en un Dios único que, además del proceso de relocalización de nuevos residentes que implicó, de paso también desplazó a los antiguos dioses locales cambiando los antiguos y modestos santuarios por un templo lujoso y exclusivo, que además resultó excluyente y discriminador de cualquier otra creencia y práctica religiosa: el monoteísmo, una gentrificación de la fe.

 

[1] ROJO, Félix. (2016). “La gentrificación en los estudios urbanos: una exploración sobre la producción académica de las ciudades” en Cad. Metrop., Sao Paulo, v. 18, n. 37, pp. 697-719, sep/dic.

[2] DUHAU, Emilio y GIGLIA Angela. (2008). Las reglas del desorden: habitar la metrópoli. México: Siglo XXI Editores, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.

[3] GOURHAN, Leroi. (1987). Las religiones de la prehistoria. Barcelona: Editorial Lerna.

[4] KUHRT, Amélie. (2000). El oriente próximo en la Antigüedad. (c. 3000-330 a.C.). Volumen 1. Barcelona: Crítica.

[5] FILKENSTEIN, Israel & SILBERMAN, Neil Asher. (2005). La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de sus textos sagrados. Madrid: Siglo XXI

[6] NOTH, Martin. (1966). Historia de Israel. Barcelona: Ediciones Garriga.

[7] DOUGLAS, Mary. (2006). El Levítico como literatura. Una investigación antropológica y literaria de los ritos en el Antiguo Testamento. Barcelona: Gedisa.

[8] ALBERTZ, Rainer. (1999). Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento. 1. De los comienzos hasta el final de la monarquía. Madrid: Trotta.

[9] HARRISON, R.K. (1990). Introducción al Antiguo Testamento vol 1. Miami: TELL.

[10] CASGRAIN, Antoine; JANOSCHKA, Michael. (2013). “Gentrificación y resistencia en las ciudades latinoamericanas. El ejemplo de Santiago de Chile”, Andamios, Volumen 10, número 22, mayo-agosto, pp. 19-44.

Acerca de Raúl Méndez Yáñez 1 Articles
Profesor en la Comunidad Teológica de México y la Facultad Latinoamericana de Teología Reformada. Investigador Senior de Antropología Aplicada en LEXIA Insights & Solutions. Antropólogo social por la Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa, Maestrando en Teología por la Comunidad Teológica de México. Coautor del libro "Dios, nueva temporada. Miradas teológicas al cine y la televisión en el siglo XXI", Buenos Aires: Juan Uno1, 2020. Coordinador del libro "Dioses cortos y otros cuentos. Antología de Teoficciones". México: ALJA Ediciones, 2013.

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