
Las sierras de Yacanto de Calamuchita me recibieron con su aire fresco. Era mi primera carrera de montaña nocturna, un desafío que imaginaba emocionante, pero que terminó marcando un antes y un después en mi vida. Bajo un cielo estrellado, el terreno irregular me retaba a cada paso, hasta que una piedra se interpuso en mi camino. El golpe en mi pie fue tan fuerte que, por un instante, dudé si podría continuar. Pero seguí adelante, porque la adrenalina es más fuerte que el dolor.
Al día siguiente, cuando la adrenalina desciende y la carrera es pasado el dolor en mi pie me recordó lo sucedido. Afortunadamente, no había fractura, pero la molestia era constante. Busqué ayuda y terminé en las manos de una masajista que, con movimientos suaves y una piedra caliente, hizo desaparecer el dolor. Aquel momento me dejó impactado: ¿cómo era posible que algo tan sencillo pudiera cambiarlo todo?
Esa experiencia no fue solo un alivio físico; fue un descubrimiento. De regreso en Buenos Aires, la curiosidad comenzó a crecer en mí. Quería entender cómo el contacto podía sanar, no solo el cuerpo, sino también la mente y las emociones. Fue así como descubrí el Masaje Californiano, una técnica que parecía reunir todo lo que buscaba: profundidad, conexión y transformación.
El Masaje Californiano nació en el Instituto Esalen, en California, durante los años 70. Inspirado por las terapias holísticas, combina movimientos fluidos con un enfoque sensorial y terapéutico. Diferentes formas de contacto manual se integran en esta técnica, trabajando la musculatura de manera armoniosa y efectiva. Pero lo que realmente lo hace especial es su capacidad para ir más allá de lo físico, incorporando ejercicios de elongación, prácticas de comunicación y un contacto consciente que genera una conexión profunda entre terapeuta y receptor.
No es solo una técnica de masaje; es una experiencia que trasciende. El Masaje Californiano tiene el poder de transformar una sesión en un espacio de cuidado integral, donde se alivia el cuerpo, se libera la mente y se desbloquean emociones.
Durante mi formación, cada movimiento que aprendía me mostraba cómo el cuerpo guarda historias, tensiones y emociones que a veces ni siquiera somos conscientes de ellas. Descubrí que el contacto, cuando se hace con respeto e intención, tiene la capacidad de desatar todo aquello que retenemos dentro de nosotros.
Lo que más me marcó fue entender que el Masaje Californiano no es solo una herramienta, sino un puente. Un puente hacia un bienestar que conecta cuerpo, mente y espíritu. Cada sesión es un diálogo, un momento de conexión entre las necesidades del receptor y las manos del terapeuta, guiadas por una intención de cuidado.
Hoy, el Masaje Californiano no es solo mi profesión; es mi forma de entender el mundo. A través de esta técnica, acompaño a las personas en su búsqueda de bienestar, ofreciéndoles un espacio donde puedan desconectar para reconectarse con su esencia. Cada sesión es un recordatorio del poder transformador del contacto consciente.
Aquella piedra en las sierras de Yacanto, que en su momento pareció un obstáculo, resultó ser el inicio de un camino lleno de aprendizajes y descubrimientos. Porque a veces, en los tropiezos más inesperados, encontramos la dirección que estábamos destinados a seguir.
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